Georges Rémi, o lo que es lo mismo el Maestro Hergé




Tras la puesta de moda y regreso del personaje más popular de Hergé "Tintin" os traemos un árticulo sobre la vida de Georges Rémi, conocido por todos como Hergé.










Aún en el siglo XXI, la figura del artista Georges Rémi, que
se hizo mundialmente famoso con el anagrama fonético de Hergé, y con su
personaje-estrella Tintín, sigue siendo motivo de debates sin cuento. Hergé es,
en buena medida, un misterio, una especie de paradigma del mundo de los cómics.
Ya casi como en un juego, nos gusta plantearnos en torno a él cuestiones
ideológicas, étnico-políticas, histórico-culturales, etc... Como nos ocurre con
otros mitos de la cultura popular contemporánea, tales como Sherlock Holmes o
Jack el Destripador, especulamos, creamos y recreamos. Hergé invita a esa
especulación, gracias a toda una serie de posibles enigmas derivados de su
carrera y sus obras. A los veinte años de su muerte, lo que a nadie en su sano
juicio se le ocurre ya cuestionar, es la importancia y valor de este belga
imprescindible.





Hergé, nacido en una familia burguesa de la católica Bélgica
de inicios del siglo pasado, fue un talento muy precoz. Él mismo contaba que
sus progenitores, para tenerle quieto, sólo podían escoger entre darle una
paliza o entregarle lápiz y papel. Afortunadamente, escogieron la segunda
opción la mayoría de las veces. La faceta de Hergé como individuo enclavado en
una sociedad tradicional y tradicionalista ha pesado en la percepción general
que se ha tenido de su obra hasta extremos en principio insospechados. Pero no
puede ser menos, dada la extraordinaria difusión de sus obras -con Tintín a la
cabeza-, y a la característica de "testigo del siglo" que tuvo su
creación más conocida.







Hergé estuvo siempre en el lugar y el momento más propicio.
Le tocó en suerte la transición del cómic europeo entre las formas
proto-tebeísticas, y el esplendor de una época clásica, que heredó las
innovaciones de la historieta gráfica americana. Vivió en una Europa que se
prestaba a ser reflejada, más que de ninguna otra forma, a través del Noveno
Arte
. Escogió la actualidad como referente constante, y no sólo como marco en
el que insertar sus personajes. Y el ritmo de la Historia misma pareció
buscarle, con su connivencia o a su pesar, para que sirviera como notario de
las evoluciones sociopolíticas.


Por supuesto, ésta es sólo una línea de interpretación, pero
con el tiempo se ha convertido en la más recurrente. 





Hay otra forma de
aproximarse a Hergé mucho más sencilla: analizar qué fue, y qué sigue siendo,
en el terreno de la historieta dibujada. Aunque Hergé comenzó de adolescente
con obras tan insulsas como Totor, chef de patrouille des hannetons -un
alter-ego de su dimensión como boy-scout-, y en general sus creaciones al
margen de Tintín no significan nada fuera de lo que podríamos considerar una
obra coyuntural (Quick et Flupke, gamins de Bruxelles; Popol et Virginie), el
sello que imprimió un Hergé de comicidad amable y concepción infantil
pequeñoburguesa a todas sus obras contiene el germen de una auténtica
revolución. Hergé, ni más ni menos, fue el introductor en el cómic franco-belga
de la narrativa moderna. Y lo hizo, y he ahí parte del misterio, de manera
aparentemente conservadora y discreta. Pero los hechos son tozudos: desde
finales de la década de los veinte, y hasta bien entrados los años cincuenta,
los discípulos e imitadores de Hergé, y no sólo desde los sectores
confesionales o tradicionales, se convierten en los grandes del tebeo galo: el influyente
Joseph Gillain
"Jijé" (cuyo prometedor Blondin et Cirage era ya un
calco de Hergé), y a través de él, Rob-Vel, Franquin, Peyo, Morris,...








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